Elecciones Porteñas & Maquiavelo (*)
Hay muchas lecciones que extraer del resultado electoral de ayer en Capital Federal. La más importante es clásica y nos recuerdo al Maquiavelo de los Discursos: el dato básico de toda república es la pluralidad de humores. La República se encuentra necesariamente dividida, marcada, fragmentada entre aquellos que aman dominar y aquellos que no quieren ser dominados.
Las elecciones porteñas —acompañadas del resto de las elecciones provinciales— son la referencia clave a esa pluralidad en la Argentina. El oficialismo acumuló una serie importante de derrotas electorales. Sin embargo, la del domingo enfrentó al oficialismo a sus más terribles pesadillas. Mauricio Macri, un candidato que no proviene de ninguna fuerza política clásica y que no representa tampoco a ningún partido tradicional, derrotó a Daniel Filmus por más de 20 puntos.
La victoria del Sr. Macri en la Ciudad de Buenos Aires es, quizás, el resultado del humor de un electorado —el porteño— poco amigo del estilo maniqueo del presidente. Es quizás el resultado inevitable de un forma de política que olvida la gestión de esa pluralidad. La lectura de la derrota podría referirse a un fenómeno local. Esta lectura es la que auspicia el kirchnerismo. Sin embargo, la visibilidad de la derrota es de impacto nacional.
Es, en última instancia, la coronación de una derrota importante para el oficialismo kirchnerista y su proyecto político basado en la construcción centralista del poder. Si se lee el panorama de manera nacional, a la derrota en la Ciudad deben sumarse las consecutivas derrotas de candidatos oficialistas en las provincias Neuquén, Tierra del Fuego (ambas provincias patagónicas; un dato no menor para un presidente que proviene de esos confines del mundo), Misiones y la que posiblemente vendrá en la provincia de Santa Fe.
Las sucesivas derrotas de los candidatos bendecidos por el presidente auspician la tímida aparición de fuerzas opositoras a la construcción política oficialista que, hasta hace algunos meses, eran impensables. Nuevas fuerzas de centro-izquierda y de centro-derecha asoman amenazando y vigilando los intentos de centralización del poder en manos del proyecto oficialista del presidente Kirchner.
Los datos estadísticos, es cierto, no auspician una derrota electoral del candidato K en las elecciones a presidente del mes de Octubre. Sin embargo, marcan claramente que el dato de toda república es la pluralidad. Y que esa pluralidad encuentra siempre la manera de manifestarse. El proceso nos recuerda que una democracia moderna debe, si pretende sostenerse, integrar y gestionar esa pluralidad de humores institucionalmente, puesto que en ese equilibro se encuentra la garantía de perdurabilidad de la República.
Es tortuoso el camino a alcanzar esa premisa para un presidente que, en los últimos dos años, se mostró esquivo, en su afán centralista, a respetar esa pluralidad y las instituciones básicas de una democracia liberal. Avanzando siempre contra el espíritu plural y el equilibrio de poderes de la República. Desde ahora el presidente Kirchner deberá repensar cautelosamente sus estrategias políticas a la vez que deberá, rápidamente, entender que cualquier intento de construcción hegemónica se encuentra siempre amenazado por la naturaleza misma de la República.
Si el presidente argentino pretende continuar en el poder deberá abandonar su afán por la excepción, la confrontación maniquea y el centralismo para re-situarse dentro del marco de la pluralidad y el respeto por las instituciones democráticas-liberales. Una lección saludable de ser aprendida: el poder es siempre un lugar de paso que se encuentra custodiado, gusten o no los demagogos, por una pluralidad de humores intrínseca a la República.
Por:
Nicolás Patrici
(*) Artículo publicado en Mackinlay´s
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