jueves, 28 de junio de 2007

Literatura. Microrrelatos Holandeses.


¿Quién es la última?


¿Quién es la ultima?

Casi gritó Pablo al llegar a la panadería. Sabía bien que no era esa la costumbre holandesa y además no ignoraba que nadie en aquel pequeño pueblo junto al Rotter entendía el castellano.

Sin embargo, la dependienta más joven, casi una niña, con trenzas, mejillas carnosas y un rosetón en cada una dejó escapar una risita.

Desde aquel día Pablo lanzaba cada día en la panadería su resonante:

-¿Quién es la última?

Y la joven de mejillas arreboladas, poco mayor que una colegiala, soltaba su risita breve y, a veces, hacía un mohín.

Aunque nunca cruzaron una palabra, a Pablo se le antojó, tras escuchar uno y otro día la risita, que la chiquilla tenia la voz algo rasposa.

Alguna noche de aquel caluroso verano, en que tardaba en conciliar el sueño, Pablo recordaba la panadería y a su joven dependienta y sentía un calor en el pecho que nada tenía que ver con la temperatura ambiente.

¿estaría enamorándose? Se inquietó un instante, para responderse de inmediato:

¡qué bobada! No es más que una broma divertida.

El último fin de semana del mes se celebró la braderij, la fiesta del pueblo. Pablo anduvo sin rumbo fijo entre los puestos de buñuelos de pasas y dulces de manzana frita.

A las doce de la noche en punto, en el cruce de las dos calles importantes se instaló una orquestina, se apartó la gente y se formó una diminuta pista de baile.

Pablo, que no conocía a nadie, se acercó a la pista a ver bailar a las parejas; bailaban muy moderno y rápido o lento y pausado, en plan antiguo, según la música.

De pronto sintió la presión de una mano en su hombro al tiempo que una voz ligeramente rasposa decía:

¿Quién es la última?

Pablo volvió la cabeza para encontrarse con la sonrosada cara de la joven dependienta, casi una niña.

Llevaba sus mejores galas y sonreía ampliamente.

Se tomaron de la mano y salieron a la improvisada pista. Allí bailaron y bailaron sin descanso hasta que, rayando el alba, los pies doloridos les obligaron a sentarse en un banco.

La poco más que adolescente holandesa apoyó la cabeza sobre el hombro de Pablo y se durmió de inmediato. Pablo, somnoliento, fue cediendo al sueño; su último pensamiento consciente fue:

qué manera tan boba de ligar”

Por:

Diego Diéguez (también conocido como “Diegoelcónsul”)

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