martes, 10 de julio de 2007

Filosofía Política. Reflexiones.

El derecho a vivir y la obligación de morir.

Puede afirmarse sin mucha más aclaración, que el abandono de una noción trascendente capaz de garantizar la obediencia –esto es, la obligación política-, hacen de la asociación civil un problema.

¿Cómo sostener una asociación de hombres cuyo único interés es preservar su vida y alcanzar un grado superior de felicidad, mientras entendemos ésta como la obtención incesante de un deseo tras otro deseo en plena competencia unos con otros?.

La pregunta es la clave de bóveda de gran parte de la teoría política moderna y anuncia la dicotomía entre hombre y ciudad. ¿Qué razón, si ya no hay teología, es capaz de hacer que los hombres vivan juntos?. No se trata ya de obtener la felicidad en la actividad contemplativa sino, de lo que se trata ahora, es de obtener la paz.

El Estado Moderno aparece, a su vez, como el ejemplo más representativo de la modernidad política occidental: como la forma de asociación civil por excelencia.

La paradoja que antes señalábamos –aquella entre hombre y ciudad- se debate dentro de las entrañas de esta formación política moderna –Hobbes, brillantemente retoma el diálogo bíblico para explicar como orden y revolución, Behemoth y Leviatán conviven en constante tensión irresoluble.

Veamos un poco más el asunto, aún suponiendo que un conjunto de individuos egoístas generan un espacio en el cual acuerdan vivir en paz y respetar una ley común en post de garantizar sus vidas –esto es el camino a su felicidad-, ¿los ata alguna obligación más? ¿Los ata algún otro lazo?. ¿Es posible sostener una asociación civil sin ningún otro lazo de lealtad?.

Las preguntas no parecen ser relevantes sino hasta cuando nos encontramos en una situación de excepción, esto es, en el campo de batalla. Justamente, ayer por la noche me quedé viendo por TVE la película
“Mi mejor enemigo” que relata las peripecias de un “comando chileno” y uno argentino perdidos en medio de la inexistente frontera chileno-argentina durante el momento más álgido el conflicto que estas dos naciones tuvieron allá por finales de los años 70.

En un momento de la película, el oficial argentino le dice al chileno que su posición será arrasada por las tropas argentinas. Esta información es vital para que el comando chileno se reubique y sobreviva al inminente ataque. Los chilenos, sin embargo, deciden quedarse y morir “por la defensa de la patria”. Lo que sigue en el film ya no es tan relevante.

Pensaba entonces en el porqué de esta decisión del oficial chileno. ¿Tiene un hombre –un individuo- para con una asociación civil que lo protege y le permite alcanzar su felicidad la obligación de morir en su defensa?. ¿Hubiese cometido un acto de injusticia el oficial chileno si hubiera puesto a salvos su vida y la de sus soldados?.

Creo fervientemente que es, en teoría, imposible salir de éste dilema. No hay razón alguna para que una asociación civil solicite a un individuo dejar la vida. Puesto que por el contrario, el temor a la pérdida de la vida –ergo, a ser feliz- es la razón de ser de la asociación civil. No hay ningún tipo de obligación válida entonces. Ni legal, ni política, ni moral. La vida es un bien irrenunciable.

Sin embargo, si se llevara al extremo esta postura, la asociación civil sería también imposible. Esta es la dicotomía del liberalismo.

Ahora bien, si se entiende que la asociación civil a la que un individuo pertenece es el único modo de alcanzar su realización como tal, y la perpetuación de esa asociación civil supone la perpetuación de una forma de vida que garantiza el ser de aquellos que la habitan, la obligación de morir por ella cobra nuevo sentido.

Estamos otra vez en un terreno complejo. Uno donde es notorio que si sopesa el individuo la asociación civil es un imposible. Si se sopesa la comunidad –ahora sí me permito el uso del término- el individuo es imposible.

En fin, otra vez Kant, otra vez Hegel. Otra vez un dilema que se pregunta por las veces que el derecho del ser solo encuentra su perpetuación en la obligación de morir, y por las veces en las que la obligación de morir, es imposible puesto que anula un derecho primero que es el derecho a vivir.

N.P-

5 comentarios:

Marta Salazar dijo...

Hola!

No he visto la película, ni creo que a vaya a ver... he leído sólo comentarios negativos al respecto... (entre paréntesis, sobre todo de amigos argentinos).

No creo que aquí estén presente Kant o Hegel, está más bien presente mi tío Luis Cruz Martínez (batalla de la Concepción: "vencer o morir", y murieron todos) y Arturo Prat: "nunca se ha arriado nuestra bandera... etc." (Combate Naval de Iquique) y, por supuesto, don Bernardo O'Higgins... el amigo de San Martín.

Es morir por algo superior, por la libertad, la independencia, la Patria, algo religioso lo que ha inspirado siempre al Ejército chileno.

Que recoge la idea de Patria ya en el s. 19, es la misma idea que se mantiene hasta ahora. Pese a la influencia de los instructores alemanes (que llegaron a fines del s. 19 y después de la I Guerra y eran, en su mayoría, prusianos) la influencia deletérea de Kant y Hegel no tiene mucho (nada) que ver con la idea de "inmolación en el altar de la Patria",

si la película lo insinúa o se puede leer así, es una prueba más de que no debe ser muy buena...

Un saludo Nicolás!

Alea Iacta Est dijo...

Marta,

Gracias por el comentario. No era mi intención centrar mi argumento en la película. Siquiera discutir la película. La escena a la que me refiero simplemente me recordó un problema presente en toda la teoría política liberal: ¿qué implica la obligación política?, ergo, ¿se comete injusticia si alguien no pelea en una batalla, se rinde, o sale, simplemente corriendo?.
Todo esto vuelve a un primer dilema que es el siguiente: cómo establecer un mundo en el que los individuos vivan juntos de manera constante.
Las filosofías de Kant y Hegel vienen de alguna manera a ofrecer alternativas diferentes al mismo problema.
Insisto, no me interesa la película como tal.
El amor a la patria que vos citas es, como marco en el primer párrafo de mi texto, un argumento religioso: estoy obligado frente a un ente superior a mi del que emana autoridad: la patria.
La operación no se salda nunca en la modernidad, y la tensión sigue presente.
Tensión que la dialéctica hegeliana resuelve y la razón pura kantiana moraliza.
Un debate que escapa a la película y que muestra, ni más ni menos, el trauma, el vacío, lo incompleto de cualquier formación política moderna.
El problema es complejo y pone en evidencia los límites de la ciudadanía y los problemas, otra vez, de la obligación política moderna que por un lado, encuentra su apoyo en un frío marco legal –constitucional- y por otro, debe necesariamente para sostenerse, encontrar su autoridad en alguna retórica sacra –la patria, el pueblo, etc--.

Más allá de los clásicos, es recomendable el excelente y ya clásico libro de M. Oakeshott "On civil association" y los brillantes análisis de M. Walzer, sobre todo una compilación publicada en los 70 "Obligations: Essays on disobedience, war and citizenship".

Abrazo
Nico

Marta Salazar dijo...

hola hola! sí, tampoco yo entré en la película que no he visto, ni podré ver, porque estas películas no llegan por estos lados (y si llegaran, dudo que la vería),

sí, si te entiendo el fondo, es sólo que ma pareció que tomar esta frase para referirse a Kant y a Hegel y a toda esa filosofía no era lo más adecuado,

pero, te entiendo y estoy totalmente de acuerdo en tu planteamiento,

un abrazo!

Alea Iacta Est dijo...

Si claro, parece raro. Pero por que no?. En ultima instancia, un filosofo analitico te diria que la filosofia y mas aun, la filosofia politica, debe constentarse y discutir dilemas que estan presentes casi todos los dias.
El de la peli es un uno.
Pero, es cierto -mi formacion continental asi lo entenderia- en que el salto es grande.
Otra cosa, yo la pelicula la vi en la tve aqui en Amsterdam. Todo llega.
Abrazo
N

Marina Lassen dijo...

Los planteos son muy claros, esa tension, yo tambien me la planteo. Más allá de la entrega por un volor superior, La Patria o Dios, cómo se conjuga eso con los derechos individuales? Cuando mi bisabuelo decidió que su familia debía emigrar de Rusia, él se quedó por sus convicciones, luchando. Pero su familia quedó desamparada, desmembrada, a veces pienso si no hubiera sido mejor que desertara y cuidara a los suyos. No sé, tambien es muy difícil evaluar estas cosas sin estar en el contexto histórico-geográfico-político. Las cosas son como son, a veces no llegamos a ninguna conclusión, y si la alcanzamos, seguramente no va a quedar fija, eso sería un razgo de totalitarismo. Lo válido es el cambio, mientras estemos vivos habrá cambios.
Me fui por las ramas, perdon
Saludos
M